lunes, 1 de abril de 2019

El veinticiete de Febrero

Tomé el libro, con sus páginas gastadas y amarillas. El anillado desencajado al final. Lo senté sobre mis piernas. Las páginas y el ejercicio ciento veintiocho.
 Fuera caía una tormenta glacial, el cielo gris.
La melodía del ejercicio ciento veintiocho que un veintiuno de Febrero no pudo ser cantada más que en un registro grave. Los ojos ébano almendrados de Darío, expectantes. Los míos absortos, descolocados. La pregunta.

Salgo caminando por los pasillos. El sillón verde.  El chelista deslizando su arco sobre las cuerdas, Las puertas de vidrio. Afuera todo olas y yo encallada.
La conversación que todo lo cambiaría, que disiparía los supuestos. Me acomodo gradualmente a ella, a los argumentos persuasivos que había que mencionar y a la decisión.

Tomo el ascensor y bajo hasta el menos uno, cruzo el torniquete y abro el paraguas. Salgo a la calle y tomo el bus.
El lugar. El edificio Dalí, con sus paredes blanquecinas y sus interminables escaleras de vidrio.
El doctor y el diagnóstico inflexible. La llamada telefónica al pianista. El llanto.

Los audífonos , las orejas congeladas, escuchando la catedral sumergida y lo que queda de mi desaparece. Me siento más sola que nunca, con una sonrisa apenas dibujada, un aspecto apenas distinguible.
El correo y su respuesta. El huracán. El concierto y su parafernalia.
No quiero afrontar nada. La disyuntiva entre cancelar o hacerlo. Los mensajes de Juliana.
La decisión para el veintisiete de Febrero.

Dos días antes voy con Manuel al café de la esquina. Pedimos un croissant de almendras. No puedo hablar demasiado, pero el deja que lo haga. Sobre la mesa el mantel a cuadros rojos, dibujo en una servilleta. De nuevo llueve, una lluvia diferente. Diáfana y cristalina.

El veintisiete de febrero es un miércoles. La almohada caliente y hundida y los pequeños rayos de sol colandose bajo la rendija de la ventana. Tengo exámen. Darío reparte las hojas. El tic tac. El grafito del lápiz dibujando una clave de sol y la música delizandose en cada rincón.

Ya la presencia de Dario no era intimidante. A veces sacaba una bolsa con maní y arándanos y nos veía inclinados sobre las mesas con las mejillas hundidas entre los dedos tratando de distinguir entre acordes y figuras rítmicas. El día cálido. Muerdo la manga de mi suéter. La memoria de mi oído pérfido, la suma de valores de corcheas de la métrica regular pero no muy usada.

Fuimos casa con María y ella me trenzó el cabello con unas flores rojas. La tarde coloreada en naranja y rojo, el libro de Cortazar y Camila.

La noche del veintisiente de febrero. Las luces en el techo la base enredada en flores. El bombo y Manuel, las semillas que truenan y el agua en el pájaro.






jueves, 18 de mayo de 2017

Quizá necesite de un café, porque de cualquier manera podría ser útil.

Hoy podría decir que sé como escribir una entrada. ¿Aún se llama entrada?
Bueno pues en el caso de que así sea, hoy sé como hacerlo. Jamás me imaginé estar escribiendo ésto. Gracias al universo, a Dios, o a cualquier fuerza sobrenatural que exista sé hoy como escribir una entrada. Tengo que agradecerle a algo más porque no creo en las coincidencias. Creo que somos seres impulsados por fuerzas sobrenaturales que no podemos explicar. Pero para no desviarnos volvamos al tema: la entrada.
Hoy estoy segura de que todo lo que escriba será significativo, todo tendrá un peso, todo tendrá un valor. Porque jamás había sentido las palabras más sanas y limpias. Cada una de mis palabras podrían describir ahora mis pulsaciones, pero... ya no tienen porque argumentar mis silencios. Porque son eso, SILENCIOS, y ¿A quien le importa?

Jamás podría creer de nuevo que expresarme, que decir lo que siento, que escribir una entrada.... me "haría parecer una tonta al intentar hacerlo". Que infinita mierda.
No me importa que alguien vea por debajo del polietileno. No me importa que alguien vea mi núcleo, Es algo que salta a la vista con oírme cantar, así de simple. El daño que podrían hacerme lo decido yo. Porque el hecho de que se vea algo que es  imposible de esconder no quiere decir que se pueda palpar. Es una realidad inapelable de que el cielo existe. Puedo ver las nubes blancas y espesas, el sol flamante e imponente, la luna pálida adornada por miles de estrellas refulgentes. Eso no quiere decir que pueda tocarlo sólo con quererlo un día. De plano tengo que aceptar que puedo verlo sin poseerlo, sin modificarlo con mis manos.  Entonces, partiendo del hecho de que me siento bien con quien soy, no necesito ningún tallo ni soporte. Porque no pertenezco a ningún lado, pero pertenezco a todos lados.  Nunca habrá intentos frustrados.

Se puede empezar a caminar en una dirección y con un objetivo pero si no se llega allí pues, ¡Se llegará a otro sitio! y ¡Empezará de nuevo! y así el camino se irá trazando al andar. Es verdad, nunca funcionará un discurso bien preparado, nunca funcionará lo vago y superficial. Es más no nos encasillemos en "funcionar" o no, ¿Quién me dice a mi que" me funciona" o que "no me funciona" para vivir? Sólo deshinibase. Punto.

Hoy sé como escribir una entrada y lo que más me hace feliz es que tengo de nuevo una oportunidad increíble de introspección. Por eso vencí el miedo y dejé a la persona que amaba. Para ser libre. Para amarlo de lejos, para contemplarlo sin poseerlo. No soy un pedazo de plástico, porque puedo sentir, sentirlo todo, todo el tiempo, todo el tiempo...Sé como escribir una entrada porque no he leído ni una sola vez ésta y así la publicaré.

Hoy percibo la importancia de todo, porque ya no existen recuerdos estériles. Todos crearon sus raíces dentro de mí y siguen dando fruto. Tampoco hay fragmentos, porque lo puntos se unen y trazan miles de líneas que se convierten en un cuadro completo.

domingo, 17 de julio de 2016

Querido lector.

Querido lector (a), me complace escribir para usted y le agradezco por llenar mis expectativas al ver que ha leído a si sea dos líneas de alguna entrada. Cuándo veo las estadísticas de visitas me invade una alegría profunda. No soy escritora ni planeo serlo. Éste no es mi único mundo de escape, ni el que más amo. Es el más honesto.
Hace un par de años he venido formando ésta pequeña bitácora, aunque parecieran historias en su gran mayoría el contenido de éste blog es una antología psicológica. Por años he sufrido de depresión y ahora bien puedo hablar libremente al respecto, es decir, ésto ha sido terapia. Como lo es de igual manera, mi música que espero mostrar al mundo muy pronto.
Para el mundo Aránda o como fue en algún tiempo Alice, seguirá siendo inexistente, por ahora.

jueves, 2 de julio de 2015

Quizá necesite de un fonendoscopio, de otra manera sería inútil.

No sé como escribir una entrada, no sé si tal vez pueda hablar sobre lo que me molesta y hacer que muchas personas lo vean, que digo muchas, algunas. No sé.

No sé como podría escribir algo significativo y que tenga un peso, un valor...si al final las palabras de por si son vacías, tan livianas, parecen estar enfermas, todas. Ignoran como describir las pulsaciones, no entienden como argumentar los silencios.

No sé como escribir una entrada y no sé como evitar el parecer tonta al intentar hacerlo.
No sé como escribir una entrada porque a mi edad sólo pienso en las dimensiones y espacio. Tal vez no sepa, porque no quiero despojarme de la forma que me contiene en ella,  porque en si no quiero que alguien vea por debajo del polietileno, y no porque quiero evitar que vean mi núcleo, es que tal vez me cuesta aceptar que éste no es de hidrógeno y helio sino de simple e ínfimo cobre, espero que alguien lo entienda. Dejé de creer ser un astro para ser un simple cable.

Éstos días he estado meditando en ello y es que no acabo de entenderlo, ¿Qué se requiere para escribir una entrada? Algunas personas me han dicho que lo tengo dentro y que sólo debo permitir que fluya, que salga de mis poros y aunque sea trastornado pensarlo no estoy sujeta al tallo al que hace un tiempo pertenecía, pero la verdad ya no se si sigo sujeta a algo, o simplemente estoy suspendida. Ésto es inútil. No sé como escribir una entrada. La verdad me río escribiendo ésto, aunque sea un intento frustrado de una entrada.

Creo que a pesar de todo, lo que funciona no es un discurso bien preparado, algo vago y superficial pero si, tal vez algo que haga soltar los hilos, algo que venga de adentro, o que pueda por lo menos hacer un pequeño esfuerzo en describir lo que se está viviendo honestamente, sería lo indicado, sin moralísmos. La vida misma me exige desinhibirme.

 No sé como escribir una entrada y creo que si lo supiera no tendría ésta oportunidad de introspección  y por eso quise vencer el miedo y me arriesgue a ver como cortaban mis tejidos, tuve que imaginar que perdía mi vida porque sólo así pude recuperarme a mi misma.
No sé como escribir una entrada y ojalá alguien pueda enseñarme algún día, espero con toda mi fe y voluntad que cuándo llegue ese día aun pueda sentir.

No sé como escribir una entrada y no me preocupa, deje de tomar personal las ocurrencias de la vida, cuándo más odie aquellas pedazos de plástico que carecían de fondo, me dí cuenta que yo pertenecía a ellos porque por más de que me esfuerzo por encontrarlo me alejo más y más del camino.
 No sé como escribir una entrada y aunque leí mil veces ésta antes de publicarla está inconclusa y ese es el punto, siempre lo estará y ya que acabo con el melodrama vuelvo a escuchar viejas canciones y recuerdo, pero hay algo nuevo, ahora todos estos fragmentos que caen como dinamita ante mi , no me hieren, ya no percibo su importancia, tal vez nunca la tuvieron y por eso son estériles.


sábado, 9 de mayo de 2015

Vesania

Cada acción lleva consigo una reacción, pero no siempre una acción está conducida por una reflexión. Así me sentía. De la forma más inexplicable y estúpida acabé inmersa en mar de sentimientos un tanto incongruentes, pero reales.

Mi cerebro estaba tan ofuscado, en realidad me era totalmente imposible reconocer el lugar en el que me hallaba, intenté percibir todo aquello que estaba a mi al rededor, nada parecía darme respuestas, ni el gélido aire, ni su olor a jazmín y yerbabuena, ni la brillante y pesada lluvia que sin entenderlo se detenía a medio metro del suelo creando una pequeña cortina de agua suspendida .En algunos sueños absurdos creí imaginar como sería estar suspendida en el aire, burlándome de las leyes físicas, pero al final siempre estaba en el suelo. Toqué el agua.

Las nubes se saciaron, luego se apartaron, el cielo despejado y limpio abrió paso a una infinidad de astros de luz que danzaban de un lado a otro hasta desaparecer. De repente todo se detuvo, le vi. Llené mis pulmones, caminé en su dirección. Me perdí en la espesura y nitidez de sus insondables esferas cafés, tan brillantes y honestas que dibujaron una tímida sonrisa en mi rostro. Tenía las palabras congeladas en mi garganta. Se le escapó una tenue sonrisa, Jamás pensé que podía volver a encontrarle.
Tenía tantas cosas que decirle, tantas lagrimas postergadas, el nunca imagino cuánto lo amaba y me había dejado como siempre, con una cobarde excusa.

Me acerque a el tanto que escuchaba su respiración, sentía la sangre caliente condensarse en mis venas. Estaba encolerizada, indignada, lo odiaba. Por cada segundo que pasaba sentía como el corazón se me desbocaba con la fuerza de mil caballos  y detestaba de una manera colosal que me llevara a convertirme en la estúpida insubordinada sentimental que moría por el.

Odiaba ser frágil, emocional. Patética, era el término adecuado.
Lo miré esperando una respuesta, pero sólo se burló.
 Me abalancé sobre el y lo abracé con tanta fuerza como pude, el sólo me miró y se le escapó una carcajada estruendosa. Me limpié las lagrimas con el dorso de mi mano y me aparte de el, me ardía el pecho.
Su mirada me atravesó, respiró hondamente y empezó a caminar alejándose.
Me desplomé en el piso, me sentía tan mareada, tan perdida.


Desperté.


Estoy en el suelo, he rasgado las sábanas y tengo muy caliente la frente. Me levanto y me miro en el espejo.

 << Otra noche más >>  Pienso.
Estoy cansada de soñar lo mismo, de soñar con el, las páginas de mi diario sólo hablan de el, quiero vomitar.
Voy a la ducha, suena mi celular, es un mensaje de el. ¿Creo que aun estoy dormida?  Que más da, voy a prepararme un café. 
<<Estoy de idiota hoy>> , pienso.
Mis manos tiemblan, alguien me esta gritando muy fuerte, pero no hay nadie. Mis manos sudan, hay mucha agua, mis poros están muy abiertos, tengo miedo. Mi pierna se está quemando, intento apagar el fuego.
Cierro los ojos. ¿Por qué estoy desnuda? algo me duele, hay mucha sangre, no hay pulsaciones.
Alguien está halando mi cabello, grito, yo grito, grito...
Me cortan la espalda, trato de pararme, mis piernas no se mueven.
Mis pulmones están llenos de agua, me asfixio.

Me arrastro, tomo un yelco, lo lleno de aire, me lo incrusto en la pierna, libero el aire, cierro mis ojos.


Cada acción lleva consigo una reacción, pero no siempre una acción está conducida por una reflexión...



viernes, 5 de septiembre de 2014

Decisiones.

El silencio se propago rápidamente, allí tendida en el helado pavimento intenté desatar mis manos, la soga estaba ya prácticamente suelta.
Las turbulentas corrientes de aire cortaban mi piel, tenía los tejanos completamente rotos, había perdido los zapatos y el delgado suéter que cubría mis escuálidos brazos estaba a una hebra de descoserse.
Tardé unos instantes en atarme el cabello enmarañado con una liga que tenía en el tobillo.
Me sentía tan perdida, tan confundida.
Pronto me puse de pie, no sabía que camino tomar, habían dos letreros uno de cada lado, y cada uno de ellos traía una inscripción diferente.
El del costado derecho decía: "He aquí el camino de la libertad, aquella que cualquier viajero que se encuentre leyendo ésto desea; abandonará todo equilibrio con la plena seguridad de alcanzar cada sueño por el cual palpite su corazón, a partir de cada tropiezo aprenderá como debe levantarse  ", me sentí perpleja.
 Me acerque hasta el costado izquierdo la inscripción decía: "He aquí el camino de la solidez y la estabilidad, la firmeza estará  siempre presente en su caminar, no existen tropiezos, no existen las equivocaciones".
La cabeza me daba vueltas, no sabía que camino debía tomar, el costado derecho me abría unas expectativas oblicuas de encontrarme con mis sueños y cumplirlos, aunque me asustaba el hecho de tener que caer para llegar a entender algo, nunca he sido de las personas que sacan provecho de su experiencia, siempre vuelvo a comer los mismos errores y no se si es por estupidez, o por placer.
El letrero del costado izquierdo me hacía sentir un poco más tranquila, aunque sabia que me sentiría cobarde si dirigiera mi rumbo hacia ese sereno camino.
No había ningún barranco por el cuál podría aventarme si no llegaba a tomar una decisión, ni siquiera tenía un aspecto lógico  en aquella situación cóncava sin más salida que elegir entre  dos irracionales y extraños caminos.
Cuándo existen presiones a las que nos sometemos en la vida, todo el mundo parece contribuir a que éstas nos mortifiquen, nadie comprende que las decisiones sólo acabarán cayendo sobre el que las toma, arruinado su vida o cambiándola, pero a la final estás solo, justo allí, en un hueco del cuál sólo puedes salir si eliges la escalera que no se romperá cuándo te estés subiendo en ella.
Tenía tanto miedo a fracasar que había olvidado por completo que significaba la vida y lo importante que es darle un valor, encontrar algo que te haga libre y te de felicidad, no lo que otros esperan, lo que te hará ser completamente tu, cayendo y luego sacudiendo todo el polvo que te quedó.
Respiré profundo. Quería equivocarme. Una vez más.
Caminé en dirección hacia lo desconocido, dejando el oeste atrás.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Tu sólo vive.

Tu sólo vive y agita las alas,
Llena tu habitación de tu luz.
Propágala.
Mójate la piel, agua de cielo.
Dibuja un amanecer, no desfallezcas.
Tu sólo vive.
Existe un sendero todo lleno de luces desiertas y
silencios muertos.
Estás descalzo.
Devora tus miedos, transformarlos en sueños.
Adorna la vía láctea.
Tu sólo vive y cambia la ausencia.
 Calor, color y luz.
Ahuyenta la cobardía. Lucha, ninguna causa es perdida. 
Lame la luna y baña al sol.
Aviva la esperanza.
Tu sólo vive.
Toca las nubes, respira bajo el mar, mueve las montañas.
Permanece despierto, pero no dejes nunca de soñar.
Elevate, no tengas miedo, suelta tus pies del asfalto. 
Enamórate. 
Vive las horas, los minutos, los segundos. Con intensidad. 
Tu sólo vive. 
Reescribe tu destino, se trueno.
Amanece.
Quita todas tus máscaras.
Se tu mismo, mezclate con lo azul.
Se como una ola, violenta e imponente. 
Llena tus pulmones, cierra tus ojos, bendice el tiempo.
Tu sólo vive. 





sábado, 30 de noviembre de 2013

Una noche plena

Escuchaba la lluvia resbalar por mi ventana, por un instante cerré los ojos y la imagine fría y violenta deslizándose por mi piel. Mi corazón encolerizado sacudía mi pecho, todos los frágiles recuerdos caían como dinamita acribillando mi cabeza, no me resistía a pensar en algo diferente a el,  no se alejaba de mi su estúpida y perfecta sonrisa, sus profundos e insondables ojos que para cualquiera parecían inexpresivos, pero a mi, solían decirme todo lo que el callaba.
Me estremecí recordando su suave aroma, sus manos tibias sujetando las mías, el mágico y perdido destello en sus pupilas.
Me hundí en la almohada y me arrebuje bajo las cálidas mantas que había tenido desde niña, cerré los ojos e intenté relajarme un poco, al cabo de un rato me sentía entre dormida, hasta que un golpe seco me hizo poner sobre los muslos.
Abrió la ventana y entro con facilidad, puso un dedo sobre la comisura de sus labios y cerró la ventana con suavidad.
 Creo que te has cargado la persiana— Dije haciendo con las yemas de mis dedos pequeños círculos sobre la sien. 
—¡ Eh ! Ten calma— Dijo a manera vigorizante.— Verás como la arreglaré mañana.

—Claro cuándo entres por la entrada principal y saludes a mis padres— Le espeté.

—Caramba pero eres histérica— Dijo entre entre dientes, ocultando una sonrisa— Aún así dime ¿No 
deseabas verme?

—Supongo—Mascullé sumergiéndome en las sábanas frías

Me dí la vuelta y me puse sobre el costado izquierdo, se sentó sobre la cama y no tardó en incorporarse en ella, me giré y me puse sobre su pecho, me rodeó con sus brazos y me besó, supe que podría parar de fantasear y dormir en paz, en una noche plena.

—Sabes, tengo todo lo que quisiera tener justo ahora. 




lunes, 18 de noviembre de 2013

Estupideces que nos ofuscan

Ahí estaba, colérica, y con ganas de estallar, los absurdos comentarios de mi padre me tenían tan irritada que estaba pensando seriamente en abrir la puerta del coche y lanzarme a la carretera.
Si, sabía que no había hecho bien en escapar de casa, a altas horas de la noche, papá no entendía el por que, pero no pretendía justificarme, ya que empezaría a vacilar y construir una absurda e irreal historia con el fin de evitar un castigo, lo cuál sabía era un hecho ya inmodificable.
Aún así, jamás he sido de las que guarda silencio y con sumisión acepta su responsabilidad, nos la pasamos un buen tiempo discutiendo, sólo por la simple e irónica razón de que yo era tan impertinente que no podía cerrar la boca.

— Supongo, que más allá de todas las cosas que considerarás inútiles, que he hecho por ti, crees que eres la dueña de tu vida y que por eso la llevarás a tu antojo, pero lo cierto, es que no es así, si quieres conseguir algo en la vida, debes aprender a callar niña y a ser humilde—. Dijo con una voz fuerte e inexorable—, no habrá próxima vez, estás oficial y permanentemente castigada.

Éstas palabras me zumbaron los oídos como aturdidoras campanadas, dentro de dos semanas era el concierto de una de mis bandas favoritas y ni de chiste iba a permitirme no ir.
— No sabía lo déspota que podrías llegar a ser— dije enarcando las cejas a manera desafiante — Jamás estás para escucharme, estás tan sumido al trabajo que siempre pospones un rato de charla, eres un mal padre.
Papá sin violentarse, exhalo de forma pausada, quizá tragando para sí el dolor que le había causado al hacer tal afirmación.
Ambos, dejamos el tema, comprendí que había sido cruel, insensata y mezquina.
Nos detuvimos en un semáforo, el silencio era incómodo y apremiante, cuándo se encendió la luz verde, cogimos un atajo por una vía rápida, en esas, un auto se atravesó y papá no pudo frenar, me quedé estática y hundí las uñas en el asiento.
El golpe fue crudo y helado, no llevaba el cinturón, mi cabeza se golpeó contra el parabrisas y el coche patino violentamente rompiendo el dique que separaba la carretera de un encumbrado acantilado, el peso del auto hizo que nos fuéramos cuesta abajo. Unos cuántos vidrios se clavaron en mi rostro, el impacto me rompió la clavícula y mi cuerpo salió disparado del auto, sentí el crujir de mis coyunturas, caí al suelo, sentí como mi pelvis se fragmentaba en miles de pedazos, segundos después se desató una fuerte explosión. Me arrastre como pude pero las llamas me alcanzaron e incineraron mi piel.
El dolor era tan insoportable que sentí como poco a poco iba abandonando la conciencia,  perdí en la visión toda nitidez, veía unas luces acercarse y alejarse, mi respiración fue sosegándose,  me ensordecí, pronto mis parpados se cerraron y todo quedo negro. 
Salí de mi cuerpo y caí por un hoyo , que se desvanecía y me absorbía, me fui sumergiendo en un sueño profundo e insondable, de repente todo se quedo estático y sin entenderlo mi cuerpo había recuperado su forma, empecé a alucinar.
Me halle en medio de un coliseo, en ruinas, tenía un vestido blanco,  adornos dorados y unas sandalias, me levante y me sacudí la arena , miré al rededor, no había nadie.
Caminé en círculos, estaba perpleja y tenía un fuerte dolor de cabeza.
El sol quemaba mi piel, estaba sedienta, sentí un piquete en el dedo gordo del pie, inspeccioné, una pequeña hormiga  estaba aferrada a mi dedo con sus mandíbulas.
Me incliné y la aplasté, cuándo me levanté una gran multitud estaba sentada en las tribunas del coliseo que ya no parecía en ruinas.
Atemorizada fui en busca de una salida, pero las rejas estaban cerradas, de repente un hombre atado a unas cadenas se arrastraba, toda su ropa estaba completamente rasgada, tenía la piel lacerada y llena de heridas.
Se levantó con vehemencia, miró al cielo y lleno sus pulmones de aire, era mi padre.
Corrí junto a el, pero no parecía verme, estaba allí frente a una enorme multitud, siendo objeto de burla, y yo no comprendía ni un ápice de todo.
Un soldado, se acercó a el y de una patada hizo que se desplomara en tierra, pronto le atravesó el tórax con su espada.
Me estremecí, las lágrimas atiborraron mis ojos, mi padre emitía fuertes y desgarradores alaridos, que eran como aguijonazos para mi hígado.
Tape mis oídos y rompí en llanto, no sabía como detener los acontecimientos, cómo librarme de ésta situación, corrí tras una gran roca y me oculté, doble las rodillas y las apreté junto a mi pecho, meciéndome desesperadamente, cerré los ojos y todo se puso negro de nuevo. 

Caí al suelo, sentí un violento escalofrío que transitó velozmente por todo mi cuerpo, me puse sobre mis muslos agitada, y mire con desesperación a todo lado, tenía el pulso aligerado y considerablemente desbocado.
Estaba en mi cuarto y acababa de caer  de mi cama, todo había sido un sueño, se me escapo una pequeña risa de alivio.
Me levanté y fui corriendo a abrazar a papá.




sábado, 16 de noviembre de 2013

Instantes.

Deambulaba por la calle, a tan solo unas manzanas de casa, el viento me envolvía y me acariciaba.
Tenía la cabeza arremolinada, una pizca de agua me resbalo por el brazo, inspeccioné el cielo que llevaba un azul turquesa, estaba despejado y limpio.
Una precipitación se desencadeno, y se propago rápidamente hasta hacerme incorporar en ella, el cielo permanecía claro y el sol no se ocultaba, me retiré los lentes empañados a causa del calor de mi cuerpo, cerré los ojos y me sitúe por un segundo en el agua, su sonido al caer sobre el asfalto, la sensación húmeda sobre mi piel, abrí los ojos impaciente, no siempre ocurría la oportunidad de ver un arcoíris.
De repente lo había olvidado, el pecho me ardió como nunca antes, la espalda me palpitaba del dolor, me acerqué tambaleándome, hacía una valla que parecía cerca, pero cuándo creía había  llegado, resultaba más lejos.
Fui perdiendo el equilibrio poco a poco hasta que me halle sentada en la acera, se suponía debía evitar la lluvia, el frío y todo aquello que pudiera afectar mis pulmones, más de lo que ya estaban, hacía un par de días que esa enfermedad no dejaba de rondar por mi cabeza, pero la lluvia era inevitable.
Un hombre de una edad promedio, se acercó apresurado, hacia mí, tratando de eludir la lluvia, se detuvo para ojear su reloj, luego me miró y me extendió un papel con unas letras garabateadas de una dirección domiciliaria, indicándome que necesitaba llegar allí.

Un olor a perfume muy dulce me llenó la garganta, sentí una punzada letal en el pecho, los colores a mí alrededor se tornaron intensos, a pesar de que recordaba todos los muros pálidos y blanquecinos ahora los veía cálidos y llameantes, se deprendía su ardor y se arrastraba hasta mí, recorriendo toda mi espina dorsal.
 La lengua me pesaba y el aire me resultaba denso, la luz que el sol irradiaba  se disparaba con una fuerza mayor por cada suma de segundos, ya no sabía dónde me encontraba, sentía que alguien me llevaba cuesta abajo, por un par de calles que no recordaba haber visitado.
Escuchaba pláticas y música; mi visión estaba tan nebulosa que solo era consciente del desorbitante dolor de cabeza que amenazaba con aniquilarme.
Me tumbaron con violencia, mi cuerpo se desplomo junto a millares de pies danzantes, mis manos estaban húmedas y no podía evitar temblar y hacer rechinar los dientes.
Sentí el tiempo pasar, por suerte no había perdido la noción de él.
El lugar se iba llenando a medida que la noche se aproximaba, intenté levantarme pero me propiciaron una fuerte bofetada la cual me hizo venir a tierra, veía la muchedumbre aproximarse y alejarse continuamente, los espectros que veía por la noche parecían simples idealizaciones, absurdamente infantiles a comparación de todo lo que contemplaba allí.
Alguien irrumpió en el lugar, la algarabía comenzó a cesar, un silencio apremiante, me heló la sangre. 
Me tomó en sus brazos, su aroma me era conocido, me beso con suavidad la frente y  me saco del antro.
Desperté, escuchaba el sonido del monitor cardiaco, abrí los ojos con dificultad, el catéter aprisionaba el dorso de mi mano, respiré despacio y me aclaré la garganta, no sabía porque tenía recuerdos borrosos, pero los tenía y eso resultaba ser lo importante para poder unir las piezas y reconstruir la historia.
Una sensación de pánico y asombro me recorrió el cuerpo, sabía quién me había sacado de allí, lo que no entendía era el porqué.



Te quiero, pronuncié.

Le miraba sutilmente, he intentaba ocultar mi interés, mi corazón se estremecía, mi cuerpo hecho hielo se debilitaba a cada segundo, se acercó a mi lentamente y desvié la mirada, me sentía ofuscada, la niebla me recorría frente a los ojos y no lograba divisar.
De pronto me tomo la mano y me acaricio la cara, luego me rozo con sus labios, decidí continuar y me incorporé.
Sus labios tan cálidos se paseaban suavemente sobre los míos, sentía como mi alma se enlazaba con la suya,   de repente postergue todo miedo que me hubiera podido invadir y me percaté de que estábamos juntos, había perdido la noción del tiempo, hacia ya bastante tiempo que no le sentía tan cerca, tan mío, el aire me sofocaba, me ardían las mejillas, pude ver sus ojos, que un día me habían llenado de vida, de esperanza y en ellos un mar aproximarse, me abrazó fuerte como si no quisiera soltarme, me infundió una paz indescriptible, quise decirle un "te quiero" que tenía atascado en mi garganta el cual me asfixiaba; oía su corazón martillarle el pecho, entendí justo en ese momento que el error había sido mío por algún día no haber luchado por el, no sabía que tan real era esto que estaba viviendo, su cuerpo despedía calor y un aroma solo propio del el, el cuál nunca había logrado olvidar, el primer amor es la flor que brota en el invierno, el ave capaz de volar a pesar de la lluvia, es la parte posible de lo imposible.

Todo se disolvió, todo desapareció, fui cayendo por un hueco tan hondo que no lograba ver el fondo de éste y de repente estaba en el suelo, con un golpe crudo y frío,  y con alguna que otra costilla rota.
Susurre su nombre, nadie parecía darme respuesta y a mi alrededor la nada era la interprete de aquella velada, grite tantas veces como pude su nombre y ya me empezaba a impacientar, con los ojos encharcados me aclaré la garganta, cerré los ojos y me enfrasque en su evocación inmersa en el dolor más que de mi cuerpo, de mi alma.
Abrí los ojos, los pequeños rayos de sol entraban por mi ventana, iluminando toda la habitación, palpe mi cuerpo intacto, con increíble asombro me giré y estaba a mi lado, su respiración era fuerte y constante, mi almohada estaba llena de lágrimas, mis ojos volvieron a humedecerse esta vez de una alegría incontenible  me acerque a el y besé su mejilla, sus ojos se abrieron,
 «te quiero » pronuncie. 



El veinticiete de Febrero

Tomé el libro, con sus páginas gastadas y amarillas. El anillado desencajado al final. Lo senté sobre mis piernas. Las páginas y el ejercici...