viernes, 5 de septiembre de 2014

Decisiones.

El silencio se propago rápidamente, allí tendida en el helado pavimento intenté desatar mis manos, la soga estaba ya prácticamente suelta.
Las turbulentas corrientes de aire cortaban mi piel, tenía los tejanos completamente rotos, había perdido los zapatos y el delgado suéter que cubría mis escuálidos brazos estaba a una hebra de descoserse.
Tardé unos instantes en atarme el cabello enmarañado con una liga que tenía en el tobillo.
Me sentía tan perdida, tan confundida.
Pronto me puse de pie, no sabía que camino tomar, habían dos letreros uno de cada lado, y cada uno de ellos traía una inscripción diferente.
El del costado derecho decía: "He aquí el camino de la libertad, aquella que cualquier viajero que se encuentre leyendo ésto desea; abandonará todo equilibrio con la plena seguridad de alcanzar cada sueño por el cual palpite su corazón, a partir de cada tropiezo aprenderá como debe levantarse  ", me sentí perpleja.
 Me acerque hasta el costado izquierdo la inscripción decía: "He aquí el camino de la solidez y la estabilidad, la firmeza estará  siempre presente en su caminar, no existen tropiezos, no existen las equivocaciones".
La cabeza me daba vueltas, no sabía que camino debía tomar, el costado derecho me abría unas expectativas oblicuas de encontrarme con mis sueños y cumplirlos, aunque me asustaba el hecho de tener que caer para llegar a entender algo, nunca he sido de las personas que sacan provecho de su experiencia, siempre vuelvo a comer los mismos errores y no se si es por estupidez, o por placer.
El letrero del costado izquierdo me hacía sentir un poco más tranquila, aunque sabia que me sentiría cobarde si dirigiera mi rumbo hacia ese sereno camino.
No había ningún barranco por el cuál podría aventarme si no llegaba a tomar una decisión, ni siquiera tenía un aspecto lógico  en aquella situación cóncava sin más salida que elegir entre  dos irracionales y extraños caminos.
Cuándo existen presiones a las que nos sometemos en la vida, todo el mundo parece contribuir a que éstas nos mortifiquen, nadie comprende que las decisiones sólo acabarán cayendo sobre el que las toma, arruinado su vida o cambiándola, pero a la final estás solo, justo allí, en un hueco del cuál sólo puedes salir si eliges la escalera que no se romperá cuándo te estés subiendo en ella.
Tenía tanto miedo a fracasar que había olvidado por completo que significaba la vida y lo importante que es darle un valor, encontrar algo que te haga libre y te de felicidad, no lo que otros esperan, lo que te hará ser completamente tu, cayendo y luego sacudiendo todo el polvo que te quedó.
Respiré profundo. Quería equivocarme. Una vez más.
Caminé en dirección hacia lo desconocido, dejando el oeste atrás.

El veinticiete de Febrero

Tomé el libro, con sus páginas gastadas y amarillas. El anillado desencajado al final. Lo senté sobre mis piernas. Las páginas y el ejercici...