Escuchaba la lluvia resbalar por mi
ventana, por un instante cerré los ojos y la imagine fría y violenta
deslizándose por mi piel. Mi corazón encolerizado sacudía mi pecho, todos los
frágiles recuerdos caían como dinamita acribillando mi cabeza, no me resistía a
pensar en algo diferente a el, no se alejaba de mi su estúpida y perfecta
sonrisa, sus profundos e insondables ojos que para cualquiera parecían
inexpresivos, pero a mi, solían decirme todo lo que el callaba.
Me estremecí recordando su suave
aroma, sus manos tibias sujetando las mías, el mágico y perdido destello en sus pupilas.
Me hundí en la almohada y me
arrebuje bajo las cálidas mantas que había tenido desde niña, cerré los ojos e
intenté relajarme un poco, al cabo de un rato me sentía entre dormida, hasta
que un golpe seco me hizo poner sobre los muslos.

— Creo que te has cargado la persiana—
Dije haciendo con las yemas de mis dedos pequeños círculos
sobre la sien.
—¡ Eh ! Ten calma—
Dijo a manera vigorizante.— Verás como la arreglaré mañana.
—Claro cuándo entres por la entrada principal y saludes a mis padres— Le espeté.
—Caramba pero eres histérica— Dijo entre entre dientes, ocultando una sonrisa— Aún así dime ¿No
deseabas verme?
—Supongo—Mascullé sumergiéndome en las sábanas frías
Me dí la vuelta y me puse sobre el costado izquierdo, se sentó sobre la cama y no tardó en incorporarse en ella, me giré y me puse sobre su pecho, me rodeó con sus brazos y me besó, supe que podría parar de fantasear y dormir en paz, en una noche plena.
—Sabes, tengo todo lo que quisiera tener justo ahora.
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